El deseo de compartir una evaluación es lo que forzó a que el habla se hiciera portadora de lo que se llama el saber científico ¿Por qué? Porque al intentar compartir esa evaluación, por ejemplo, frente a algún peligro, se comienza a construir un código. Y es el código el que lleva en su naturaleza el tipo de racionalidad que constituye al saber científico.
Esto significa que, de alguna manera, el saber llamado científico es hijo del habla; y, significa, también, que el habla nace para cumplir con la necesidad perentoria de compartir una evaluación.
Mientras las inteligencias artificiales pueden construir relatos, ficcionales por su naturaleza, ¿cuál es la tarea de la inteligencia humana?
¿Será que nos tendremos que refugiar, ahora más que nunca, en compartir la racionalidad de un saber, el saber de una racionalidad?
Y eso ¿cómo se hace?
Ejerciendo nuestra capacidad de juicio sobre el lenguaje. Ese es el escenario propio y sustantivo de la inteligencia humana.
Para ejercer esa facultad humana, la del juicio sobre el lenguaje, debemos ejercer primero -parece paradojal- la facultad superhumana de reconocer un metalenguaje que, como lenguaje sobre el lenguaje, sea a su vez interpretado por un tercer nivel de análisis: el del metametalenguaje. Y así sucesivamente. Hasta el infinito, y más alla…
Y todo vino para resolver una pregunta simple ¿Cómo hacemos los humanos para compartir el origen, el resultado o el proceso de una evaluación? ¿Como hacen otras especies?
Hay mil y una noches, pero todas incluyen entre sus estrellas a las formas, a los signos, a los símbolos, a los enunciados, a los discursos y a las culturas…en un ciclo que si bien inicia con la forma natural da una vuelta sobre si mismo y se desarrolla como forma cultural que da vuelta sobre sí misma y se desarrolla como forma transcultural que da vuelta sobre sí misma y vuelve a la forma sin adjetivaciones o sigue hasta dios o hasta el fractal, o hasta el dios fractálico que lo contiene todo. Porque es la pura proporción, el puro ritmo de las cosas…
La escritura científica es el último refugio de la literatura.
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